LA MARCHA MUNDIAL DE LAS MUJERES: POR UN MUNDO SOLIDARIO E IGUALITARIO
Diane Matte* y Lorraine Guay**



Del 8 de marzo hasta la manifestación que tuvo lugar en Nueva York el 17 de octubre de 2000 cerca de 6.000 organizaciones no gubernamentales repartidas a lo largo de 161 países y territorios recorrieron sus pueblos, barrios, ciudades y regiones para afirmar que no habría futuro posible para la humanidad sin el respeto por la integridad física y mental de las mujeres, sin igualdad entre mujeres y hombres, sin una distribución solidaria de la riqueza. Centenas de miles, y aún millones de mujeres y hombres reflexionaron, marcharon, apoyaron las reivindicaciones de la Marcha Mundial de las Mujeres. En un tiempo record – ¡sólo siete meses!- se juntaron 5.084.546 firmas para exigir a quienes son responsables de la toma de decisiones políticas y económicas un cambio radical a nivel mundial para terminar con la pobreza y con todo tipo de violencia padecida por las mujeres.
El año 2000 marcó un momento histórico para los movimientos de mujeres: el de la renovación de la solidaridad feminista a nivel mundial y el de una acción política común que permitió hacer visibles las realidades de la pobreza y la violencia. Dar a conocer públicamente el enorme trabajo que con persistencia y determinación realizan las mujeres para cambiar estas realidades, como también para proponer soluciones y alternativas tanto a escala nacional como mundial.

La Ma rcha Mundial de las Mu j e res, iniciada por la Federación de Mu j e res del Québec, hizo emerger en la esfera internacional un movimiento feminista de una ext r a o rdinaria vitalidad y creatividad, con una inmensa capacidad de movilización y de acción, con una gran preocupación por la educación popular sobre temas que, hasta entonces, estaban re s e rvados a los “e x p e rt o s” en cuestiones económicas y políticas. Sumando sus esfuerzos, más allá de las fronteras y de diversas culturas, las mujeres lograron que los múltiples movimientos de mujeres en todo el mundo recobraran ímpetu.

En el marco de la actual tendencia signada por la creciente movilización de grupos y sectores que denuncian los impactos de la mundialización, la Marcha también permitió posicionar al movimiento de mujeres como un movimiento social portador de un análisis propio sobre esta temática - cuyo costo más alto lo pagan las mujeres y niñas más que los hombres - y sus alternativas. También permitió identificar con claridad el doble sistema de explotación (liberalismo capitalista y patriarcado) como fuente de las condiciones de vida cada vez más alarmantes de las mujeres y desenmascarar a aquellos individuos, grupos o gobiernos que contribuyen a perpetuar el uso de la violencia contra la mujer.

No debe asombrarnos que las mujeres deseen encabezar esta oposición: ellas son las primeras en padecer las consecuencias de un desarrollo económico y social basado en el lucro, el crecimiento y el consumo a cualquier precio, que se consolida a expensas del raquitismo de las intervenciones estatales, de una distribución a cuentagotas de las riquezas, de la jerarquización de los derechos y de la homogeneización cultural.

Son las mujeres las que son convocadas a asumir “su responsabilidad” cuando se producen recortes en los programas sociales. Sobre ellas reposa la reproducción de la comunidad o de la familia, condenándolas a la economía informal y “no reconocida” o directamente obligándolas a venderse.

La mundialización amenaza hoy con socavar todo el trabajo realizado por el movimiento de mujeres en el curso de los últimos veinticinco años en pos del reconocimiento de sus derechos, del respeto por su integridad física y mental y por salir de la injusta situación a que las condena un sistema social injusto que favorece a un sexo por sobre el otro. Por ello es que las mujeres se organizan y marchan todas juntas invitando a los hombres a marchar a su lado.


EL OTRO MUNDO…¿O LA LARGA MARCHA DE LAS MUJERES HACIA LA IGUALDAD?

“La marcha mundial de las mujeres comenzó hace varios siglos. Venimos de muy lejos y aún no llegamos a destino. Hace menos de un siglo – un suspiro en la historia – las mujeres no tenían ninguna identidad: ni profesional, ni civil, ni política, ni social. Durante mucho tiempo la subcondición de las mujeres no escandalizaba a nadie porque la relación de dominación de un sexo sobre el otro se ocultaba feliz y útilmente en el amor, en la necesidad de la producción de la especie y en el espíritu de familia. Hoy el dominador de las mujeres se llama neoliberalismo, mundialización, sub-contratación, apertura de los mercados, capitalismo salvaje, rendimiento, excelencia, desregulación…”
(Pedneault, 2000).

Desde hace muchos siglos se produce entre hombres y mujeres un diálogo desigual – ¿no deberíamos hablar más bien de monólogo unilateral?. Este diálogo trasciende las fronteras, las culturas, las religiones, las clases sociales, los niveles y los modelos de desarrollo. Este diálogo desigual se arraigó en todos los sistemas políticos y económicos que se sucedieron en la historia de la humanidad y también se afincó cómodamente en las relaciones Norte-Sur. Esta es una situación que permanece oculta desde hace años y aún permanece relegada en el comienzo del nuevo milenio.


LA DESIGUALDAD PERSISTENTE

Sin duda, y en particular a lo largo del último siglo, se han realizado progresos considerables: las mujeres no sólo han cambiado radicalmente sus propias condiciones de existencia sino también su relación con el mundo y el de éste con las mujeres.

Estas han transformado radicalmente la vida familiar, han penetrado en el mundo del trabajo, han osado proponer otro tipo de relaciones con los hombres, han cuestionado las relaciones de poder y los roles reproductivos, han ganado en parte el control de su cuerpo y de su sexualidad, etc. “Esta es una de las grandes revoluciones del siglo.
No ha producido ningún baño de sangre, ni veteranos de guerra. Y la llama aún está encendida. En cien años las mujeres transformaron la casa, la escuela, el trabajo, el amor…y el mundo. Y sin embargo…” (Bisang, 2000). Esta es precisamente la paradoja de nuestra época, esos innegables progresos que conviven con retrocesos intolerables, fracturas que se obstinan en mantener el “diálogo” en la desigualdad.

Para convencerse de esto es preciso mirar el siglo que recién comienza a través de los ojos de las mujeres. Tenemos que dar cuenta de la incapacidad del derecho internacional en garantizar una igualdad de derecho entre los hombres y las mujeres.

“Tanto la estructura como el tenor del derecho internacional relativo a los derechos humanos reflejan un sistema diferenciado según los sexos, donde las experiencias de las mujeres frente a la violencia, la represión y los abusos han sido dejadas de lado del procedimiento jurídico internacional. Esto tiene por efecto invisibilizar una gran cantidad de atentados a la dignidad humana de las mujeres e impedir a esta disciplina responder de forma adecuada a las diferentes formas que asumen las violaciones de los derechos fundamentales que padecen las mujeres” (Benninger-Budel y Lacroix, 1999).

Es preciso dar cuenta del impacto específico de la mundialización sobre las mujeres justamente en momentos en que se “olvida” la cuestión de la diferencia sexual en el análisis de la misma. “El juego de la especulación financiera transnacionalizada a través de las redes informáticas es liderado, o hegemonizado, por espíritus masculinos que encuentran en este mundo, liberado de las trabas de los Estados y de las fronteras culturales y lingüísticas, un lugar desrealizado a la medida de sus apetitos lúdicos. Pero el sexo de esos jugadores mundiales nunca se menciona (…) Tengamos el coraje de integrar a esta constatación, la crecientemente afirmada masculinización de las orientaciones mundiales ya sean éstas llamadas competitividad, lógica del mercado, orden desregulado, caída de tantos puntos del índice bursátil, etc. Esta perspectiva sexuada fue poco explorada en términos de sus consecuencias generales y sin embargo esta desrealización cada vez más pronunciada explica iniciativas que imponen una lógica formal extraña al deseo de vivir las cosas” (Hirata y Le Doaré).

Situaciones “ejemplificadoras”:

- La tendencia general de los Estados a reducir sus déficits y gastos gubernamentales bajo la presión directa de los mercados financieros provoca despidos masivos en el sector público, donde las mujeres son mayoría.

- La privatización sistemática de sectores tan sensibles como la educación y la salud descargan sobre las mujeres, sobre su trabajo invisible y no remunerado, las tareas que antes asumían el Estado o la colectividad. Esta substitución se traduce en lo que podríamos llamar una crisis de sobrecarga de trabajo para las mujeres.

Se ha estimado que en América Latina, desde la implementación de los programas de ajuste estructural en los años ochenta, las mujeres trabajan en promedio una hora más por día; es decir el equivalente de una jornada/semana, ¡lo cual es enorme! (Madörin, 2000)

- La mundialización intensifica la crisis del trabajo no remunerado de las mujeres. Este tipo de trabajo siempre existió. Hoy son las instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial, y ya no sólo los esposos, padres, empleadores o gobiernos, que organizan, por intermedio de los proyectos de “entre ayuda y ayuda alimentaria”, el trabajo no remunerado de las mujeres.

- En los países del Sur la liberalización a ultranza de la economía que se acompaña de la apertura obligada e incondicional de las fronteras a los productos importados provenientes de los países industrializados, ha asesinado literalmente la agricultura de vivero practicada mayoritariamente por mujeres.

- También en los países del Sur, son mayoritariamente mujeres las que trabajan en las zonas francas donde los salarios y las condiciones de trabajo se asemejan a verdaderas situaciones de esclavitud.

- La mundialización provoca profundas transformaciones en el ámbito del trabajo femenino fundamentalmente de dos formas: por un lado a través del constante aumento del sector informal, donde las mujeres son mayoría. Es un sector sin voz y sin derechos en el cual aún las revindicaciones referidas a la aplicación de normas sociales no alcanzan a las mujeres involucradas. Por otro lado por la introducción en el sector formal de prácticas ligadas habitualmente al sector informal y calificadas de “modelo femenino”, susceptibles de aumentar la competitividad de las empresas: flexibilidad total, trabajo atípico, a tiempo parcial y fragmentado, por convocatoria, a domicilio, en subcontratación, independiente y precario, clandestino, etc. Según la OCDE, las mujeres son mayoría en este tipo de empleos.

- Si bien las violencias ejercidas contra las mujeres existían por supuesto antes de la mundialización (lo que revela la persistencia de la relación de dominación masculina), ésta agrava la vulnerabilidad de las mujeres frente a todas las formas de violencia. Asistimos a una globalización del tráfico de mujeres y de la prostitución debidas al aumento de la pobreza, a la difusión del turismo sexual, a la expansión de la industria mundial del sexo; sin hablar de la violencia sistémica en tiempos de guerra (violaciones, agresiones sexuales, etc.). “La descomposición de los grandes espacios favoreció las violencias guerreras o defensivas que se ensañan con los cuerpos de las mujeres, y su recomposición en un mundo desterritorializado ha facilitado la extensión del acceso de los hombres a los cuerpos de los niños y las mujeres. La propia prostitución cobró dimensiones mundiales en el turismo sexual en los países del Sur, los circuitos mafiosos de exportación de las “mujeres del Este” o las redes montadas en Internet. Estas antiguas formas se “reconfiguran” en un marco mundializado por las nuevas tecnologías” (Eisenstein).

La ruta del tráfico de mujeres es la misma que la del pago de la deuda: ¡del Sur hacia el Norte y del Este al Oeste…!
Es preciso comprender cabalmente la amplitud y el poderío de la “dominación masculina que habita en nuestros inconscientes y que no percibimos; es tan acorde y funcional a nuestras expectativas que tenemos una gran dificultad para cuestionarla.

Más que nunca es indispensable resolver las evidencias y explorar las estructuras simbólicas
del inconsciente androcéntrico que sobrevive en los hombres y las mujeres.

¿Cuáles son los mecanismos y las instituciones que realizan el trabajo de reproducción del “eterno masculino”? ¿Es posible neutralizarlos para liberar las fuerzas del cambio que logran frenar?” (Bourdieu, 1999).

Es preciso reconocer que aún el derecho internacional está atravesado por el sexismo.

“El derecho internacional generalmente refleja una perspectiva masculina y no tiene el mismo impacto sobre las mujeres que sobre los hombres. Tanto la estructura como el contenido del derecho internacional son el reflejo de un sistema diferenciado según los sexos donde las experiencias de las mujeres frente a la violencia, la represión y los abusos no han sido consideradas por el procedimiento jurídico internacional.

Esta realidad invisibiliza un gran número de atentados contra la dignidad humana de las mujeres, impidiendo a esta disciplina responder de forma adecuada a las diferentes formas que asumen las violaciones de los derechos fundamentales que padecen las mujeres” (OMCT, 1999).

LA INTERFECUNDACIÓN DEL CAPITALISMO Y DEL PATRIARCADO

Estas observaciones nos obligan a revisar los análisis estrictamente economicistas elaborados según los axiomas del capitalismo neoliberal para explicar la actual situación femenina. Es preciso constatar que ni la “modernidad”, ni el modelo de “desarrollo” y de “crecimiento” económico “a la americana”, ni los “progresos” científicos y tecnológicos, han conseguido desprenderse del lastre que sumerge en la desigualdad a las relaciones entre los hombres y las mujeres. También es importante señalar que si las revoluciones anticapitalistas, las de liberación nacional, o socialistas, modificaron considerablemente la suerte de los pueblos, no han podido sin embargo transformar la relación de dominación de los hombres sobre las mujeres. “Después de cincuenta años de socialismo, la mayoría de las mujeres chinas vive aún bajo la éjida masculina. Es probable que quizás carguen con la mitad del cielo, pero que sin duda es la más pesada” (Courrier International, 2000).

Es por ello que no puede existir un análisis global sobre la situación de las mujeres a la hora de la mundialización sin una doble referencia a dos sistemas de explotación: el capitalismo y el patriarcado que se refuerzan mutuamente y se retroalimentan para mantener a las mujeres en una situación de inferioridad cultural, de desvalorización social, de marginalización económica, de “invisibilización” de su existencia y de su trabajo, de mercantilización de sus cuerpos; situaciones todas que se refieren a un trabajo sistemático de exclusión.

El hecho de que millones de mujeres hayan respondido a la convocatoria de la Marcha Mundial de las Mujeres contra la pobreza y las violencias ejercidas contra éstas es un signo anunciador del rechazo a ver confinadas a la explotación y a la opresión al espacio de lo privado, de lo doméstico, del espacio cerrado del matrimonio o de la pareja, o postergadas hasta la llegada del “gran día”...o del fin del capitalismo.

Si otro mundo es posible, éste no podría existir sin la igualdad absoluta entre los hombres y las mujeres. Aún queda un largo camino por recorrer para llegar a esto…aún en el seno de los movimientos progresistas de la anti-mundialización.


CONSTRUYAMOS JUNTOS ESE OTRO MUNDO

La actual mundialización, porque es sexista, acentúa la feminización creciente y masiva de la pobreza y provoca una exacerbación de las múltiples violencias ejercidas contra las mujeres, condenándolas a la marginalidad y a la exclusión, en particular a aquellas mujeres que padecen múltiples opresiones en función de su pertenencia étnica, de su color de piel, de su orientación sexual, etc.

La red creada por la Marcha Mundial de las Mujeres continuará su trabajo de monitoreo, de análisis, de educación popular, de acciones y de movilizaciones para construir un mundo solidario e igualitario. Somos más fuertes y estamos cada vez más decididas a denunciar los sistemas que engendran la exclusión y la creciente dominación; a desmontar los mecanismos que perpetúan el miedo y el odio a la diferencia y justifican la violencia; a luchar por las reivindicaciones de la Marcha Mundial de las Mujeres que confluyen con las de numerosos movimientos sociales (anulación de la deuda, fin a los programas de ajuste estructural, tasación del capital, ley sobre la eliminación de la pobreza, medidas concretas tendientes a la eliminación de todo tipo de violencia contra las mujeres, etc.); y a construir otro modelo libre de pobreza y violencia. Esto es -mujeres y hombres- lo que debe unirnos para que otro mundo, basado en la igualdad y la solidaridad, salga a luz.


EL “OTRO” MUNDO EN EL QUE VIVIMOS

Pobreza: una de cada cinco personas en el mundo vive con menos de un dólar por día y una de cada siete sufre hambre crónicamente (ONU, OCDE, FMI, BM, 2000).

Se calcula que el 70% de estas personas pobres son mujeres. Y las mujeres están menos p reparadas que los hombres para protegerse de la pobreza o poder salir de ella.

Distribución de la riqueza: las niñas y mujeres poseen menos del 1% de las riquezas del planeta; proveen el 70% de las horas trabajadas y sólo reciben el 10% de los ingresos.

Producción agrícola: las mujeres representan el 40% de la mano de obra agrícola mundial. Pero sólo poseen alrededor del 1% de las tierras en el mundo.

Tr a b a j o : oficialmente 110 millones de niñas entre 4 y 14 años trabajan en el mundo y este número no contempla el trabajo doméstico. Las condiciones de trabajo de las mujere son casi siempre más penosas y difíciles que las de los hombres (trabajo informal, atípico, precario, subpagado). Existen desigualdades salariales sistémicas: las trabajadoras ganan alrededor del 75% del salario de los hombres con inmensas disparidades entre los países.
Representación política y poder económico: salvo raras excepciones, la representación política de las mujeres en los gobiernos no es proporcional a su cantidad en la población. Esto pudo observarse en la Cumbre del Milenio donde hubo sólo jefas de gobierno. Las Naciones Unidas estiman que se necesitará no menos de 500 años para alcanzar una representación igualitaria de los hombres y mujeres en los cargos más elevados del poder económico.

Prostitución: un millón de niños en todo el mundo, en su mayoría niñas, son reclutados por año en la industria del sexo.

Tráfico: 4 millones de mujeres y de niñas son vendidas por año para su prostitución, la esclavitud doméstica o el matrimonio forzoso.

Violación: a nivel mundial una de cada cuatro mujeres fue o será violada en el curso de su vida, a menudo por un hombre de su entorno. Se da una utilización sistemática de la violación como arma de guerra en todos los conflictos armados del siglo XX y de inicios del siglo XXI.

Violencia contra las mujeres: el Banco Mundial estima que las violencias contra las mujeres son causa de muerte y de incapacidad en las mujeres que se encuentran en edad de procrear al mismo nivel que el cáncer, y una causa de mala salud aún más importante que los accidentes de ruta y la malaria combinados (Heyzer, 2000).

Discriminación por orientación sexual: un informe de Amnistía Internacional (Amnistie Internationale, 1998) reveló la amplitud de la represión (prisión, tortura, lapidación, asesinato, ningún reconocimiento de los derechos fundamentales, etc.) contra las personas, entre ellas las mujeres, en función de su orientación sexual. Estos atropellos constituyen una violación de las derechos humanos fundamentales.

Educación: dos tercios de los niños que no van a la escuela son mujeres y los dos tercios de los analfabetos en el mundo también.

Trabajo doméstico: en los países en vías de desarrollo desde la edad de 5 años las niñas trabajan entre 4 y 16 horas por día en tareas domésticas. A lo largo de sus vidas las mujeres asumen solas la responsabilidad casi exclusiva de los niños y de las personas de edad.

Esclavitud: 250.000 niñas de menos de 15 años trabajan como esclavas domésticas en Haití: se las llama “restaveks”.

Mutilaciones genitales: a pesar de los esfuerzos y de las leyes, 2 millones de niñas son mutiladas cada año.

BIBLIOGRAFÍA
Amnistie Internationale 1998 Briser le silence: violations des droits de l’Homme liées à l’orientation sexuelle (París: Amnistie Internationale).
Bisang, Anne Año L’ Adieu au siècle, un hommage aux femmes qui ont marqué le XXe siècle.
Benninger-Budel, C y Lacroix, A-C. 1999 Violence contre les femmes: un rapport (Ginebra: OMT).
Bourdieu, Pierre 1998 «Au cœur de la domination masculine» en La domination masculine (París: Le Seuil). Citado en Manière de Voir 1999 “Femmes, le mauvais genre?”, en Le Monde Diplomatique (París), Nº 44, marzo-abril, 81.
Courrier international 2000 Femmes en Chine: travail, famille, parti: l’égalité malmenée (París) Nº 507, 20-26 julio.
Heyzer, Noeleen 2000 Ending the Epidemic of Violence Against Women Third World Network Features, IGC Internet.
Eisenstein, Z; citada por Hirata, Helena y Le Doaré, Hélène. Hirata, Helena y Le Doaré, Hélène “Les paradoxes de la mondialisation”, en Cahiers du Gedisst (París: L’Harmattan) Nº 21.
Madörin, Mascha 2000 A propos du travail non rémunéré des femmes, Atelier Femmes et mondialisation (Ginebra).
OMCT 1999 Violence contre les femmes: un rapport produit par Carin Benninger-Budel et Anne-Laurence Lacroix (Ginebra).
ONU, OCDE, FMI, BM 2000 Un monde meilleur pour tous.
Pedneault, Hélène 2000 Manifeste pour la Marche mondiale des Femmes au Québec (Québec).
NOTAS
Seager, Joni 1998 Atlas des femmes dans le monde París, Editions Autrement y
Turenne, Martine 1999 “La planète des femmes ne tourne pas rond”, Revue
Châtelaine, en base al informe de Naomi Neft, Noami y Levine, Ann D. Where
Women Stand, An International Report on the Status of Women in 140 Countries;
film de Lepage, Marquise Des marelles et des petites filles, produit par Monique
Simard DES Productions Virage, Québec.

DIANE MATTE

Coordinadora de la Marcha Mundial de las Mujeres – Federación de Mujeres del Québec (Fédération
des Femmes du Québec – FFQ).
LORRAINE GUAY
Militante de la Marcha Mundial de las Mujeres – Federación de Mujeres del Québec (Fédération des
Femmes du Québec – FFQ).
Traducción: Emilio H. Taddei.