MUJERES Y ESPIRITUALIDAD

¿Qué pinta este tema en estas jornadas? ¿Cómo hablar de espiritualidad en este contexto? Son preguntas que traemos un poco todas... trataré de poner el tema sobre la mesa, de plantear vías de acceso comunes y, en definitiva, de abrir debate.

Propongo como punto de partida una especie de definición de espiritualidad que està más allá ( o más acá) de las religiones formales y, desde la perspectiva feminista critica la matriz patriarcal de las religiones. Después haré un apunte breve sobre algunas cualidades del feminismo que, desde mi punto de vista, cultivan la espiritualidad.

ESPIRITUALIDAD, MÁS ALLÁ DE LAS RELIGIONES FORMALES
Podríamos decir que el conjunto de prácticas corporales sociales, políticas, personales que nos ayudan a interconectar todas las piezas sueltas de nuestra existencia en la elaboración de sentido de la misma y en la búsqueda de la integridad, libertad y dignidad de nuestro ser.1

Escenarios y olores de la infancia
músicas que dan ánimo
primeras andanzas amorosas
libros, poemas, más canciones
espinas clavadas
páginas de diario,
deseos íntimos,
esperanzas altas, utopías,
principios, decisiones “trascendentales”, preguntas
esquinas de los parques,
bares de la esquina,
calles, movidas, manis
rostros,
rostros
rostros,
voces,
una voz, su voz,
su cuerpo
viajes en metro,
años de lucha y militancia
credos encendidos o
nunca confesados
danzas y nuevas andanzas
nuevas preguntas, horas de soledad,
maternidad,
otras militancias, otras esperanzas, sin tacones... ya
amigas, eternas conversaciones,
arrugas, risas, llantos,
silencio, tiempos en silencio
miradas que atraviesan lo que ven
esperanza descalza.

Todo lo que hizo y hace arder mi corazón,
todo lo que todavía lo enciende y volvería a encender,
todo lo que me hace ser yo, tan tan mía, tan frágil y fuerte
feroz, feliz, frívola, ferviente, franca, física, febril, fantástica
f u e g o
y... sobre todo, hermana de tantos otros fuegos.

Hace muchos años le pregunté a una amiga feminista (de las mujeres que han estado siempre en la causa y encima son encantadoras...) que por qué le preocupaban las mujeres kurdas (entonces estaba en ello) y me dijo. “por solidaridad de género”. Experimentar ese sentimiento de solidaridad es claro que no es resultado de una formación en un sistema religioso especifico (mi amiga no es creyente) es la condición de apertura al espíritu de sabiduría y querencia que habita en la creación entera y en cada intimidad humana que da forma a distintas y múltiples búsquedas de sentido y de interconexión con otros. Creo que estamos hablando de espiritualidad no de religión. Me explico, una tradición religiosa formal puede ayudar a nombrar la experiencia, a expresarla y codificarla en relación con una divinidad equis; esta forma de captar la experiencia favorecerá, seguramente, el profundizar en ella y en la medida en que la experiencia sea nombrada se podrá desplegar su significado más totalmente y tendrá alcance más allá de mí misma. A la vez, cuando en un sistema religioso se nombra una experiencia como ésta, la del sentimiento de solidaridad que te lleva a involucrarte en una causa, supongamos, como experiencia espiritual y como algo que place a la divinidad entra normalmente en juego el aparato moralizante, un sistema de reconocimientos, méritos y sanciones. Y extremos tales como etiquetar, clasificar, encorsetar, apropiarse de experiencias genuinamente espirituales, proyectan, a mi juicio, la sombra alargada y multiforme de los sistemas religiosos. El lado sombrío de las religiones es su mirada arrogante, su talante imperialista. La pretensión, cuando la tienen, de seguidores del cristianismo, el judaísmo o el islam (por nombrar las tres religiones mayoritarias) de considerar que su religión es la que contiene la totalidad de la revelación y, desde esta perspectiva, las demás religiones aparecen como inferiores2.
Por ello, a lo largo de la historia y en las distintas confesiones, se han redoblado esfuerzos en compilar y regular doctrina, preceptos, obligaciones y prohibiciones. Se trazan claras líneas entre ortodoxia y heterodoxia. Se zanjan difíciles diálogos y se atribuye el saber y el poder a los guardianes de la ortodoxia. Por ejemplo, en la tradición cristiana, Jesús vino a contarnos historias sobre un mundo de paz, justicia, igualdad y libertad y vino a comenzarlo con su propia historia. No vino a predicarse a sí mismo sino a prender la chispa, a decirnos que todos la llevamos dentro, que nos invita a ser sal en lo soso y luz en lo fúnebre pero acabó convertido en un héroe salvador coronado de gracias y virtudes, tan celestial que para mucha gente ha dejado de significar el hambre terrena de un mundo mejor.

Si la visión es la cualidad que procesa las percepciones visuales, la espiritualidad lo hace respecto a las experiencias internas que producen transformación o impacto (aunque sea momentáneo) en la percepción de la existencia de alguien. Y si ver consiste en identificar realidades visibles, contemplar, que sería más el verbo para la cualidad de la espiritual, consiste en encontrar no tan visible en lo que se mira. Se trata de una cualidad innata de la conciencia, en un espacio intermedio y de cruce, podríamos decir, entre el de lo intelectivo y el de lo afectivo. Entra en relación con todas las dimensiones que contribuyen a vivir creativamente y con sentido, en relación mutua con los demás seres, con el planeta y con el cosmos.3

Dicho esto, parece evidente que vivimos de la necesidad espiritual de sabernos, descubrirnos, saborearnos, construir sentido, la espiritualidad no puede estar ausente en la vida humana. Puede, sí, estar descolocada, desplazada, marginada, silenciada pero no puede desaparecer, si no la cultivamos la echamos de menos y también sucede que cuanto más la cultivamos más la necesitamos.4 La energía espiritual frustrada puede conducir a comportamientos peligrosos, destructivos o patológicos como ocurre en la cultura de las drogas o en los casos de supervaloración de los poderes económicos, por ejemplo.

En esta concepción de lo espiritual, podemos decir que la noción de “espacio sagrado” pertenece al ámbito interno en el que experimentamos, tenemos conciencia de que se nos ha puesto la atención en algo constructivo, creativo de más nosotras. Por ello, todo espacio puede ser sagrado porque es en ese “ponérsenos la atención en algo” que nuestra mirada, nuestro tacto, nuestra percepción del sabor y del olor lo hace sagrado.5 El desarrollo de la espiritualidad requiere cuidar esos espacios sagrados. Los dualismos cosmológico-religiosos: cielo-tierra, mundo-más allá, inmanencia-trascendencia no tienen sentido en este contexto. La espiritualidad de la que hablamos es terrena, tan terrena como el trozo de arcilla que modelan las manos de una artista.

Así lo expresa otra artesana, en este caso de la palabra:

“El deseo de expresar por escrito imágenes, ideas o emociones me suele venir acompañado de una sensación de paz. En los momentos en que me he dejado llevar por esta sensación y me he puesto a imaginar y a crear poemas, he podido vivir experiencias de libertad.

Son momentos en los que estoy entera: está mi cuerpo y mi razón, mis emociones y sentimientos, mi pasado y mi presente. No hay cortes ni fisuras en mis entrañas. Es este estado de plenitud el que me lleva a sentir la escritura como una cuestión vital.”6

Entendemos aquí que lo trascendente tiene que ver con ese estado de plenitud, y no pertenece al ámbito de la experiencia de unión con una divinidad, atravesando barreras físicas y filosóficas, sino a todo lo que nos hace participar de una corriente subterránea que añade profundidad y significado a nuestras relaciones cotidianas con nosotras mismas, con otros, con el mundo... Trascender es ir más allá de lo que se espera de nosotros, de lo estrictamente obligatorio, los intentos de adentrarnos en lo desconocido, de entrar en diálogo, de taladrar la realidad, de encontrar el agua que fluye debajo, a mucha profundidad. Una no necesita ir más allá de la terraza o la cocina de su casa... es un más allá interior. Llamémoslo o no Dios, divinidad, fuerza divina. Todas esas experiencias de novedad y aventura en la comprensión y construcción de nuestro universo de sentido son experiencias espirituales. Como dice una amiga filósofa muy aficionada a María Zambrano, esto del espíritu no es cuestión de creyentes sino de sentientes.

TRADICIÓN ESPIRITUAL DE LA HUMANIDAD
Recuperar la tradición espiritual significa remontarse a decenas de miles de años atrás. Estamos hablando de la búsqueda de sentido impresa desde siempre en el tejido del ser humano que se hace consciente en los sueños y aspiraciones del corazón.

El descubrimiento del fuego, datado al menos hace 300.000 años, marca un vuelco significativo en la conciencia de la humanidad, especialmente a niveles espirituales y relacionales. La relación con esa nueva fuente de energía, con su capacidad para nutrir, calentar, atraer, vincular y energizar a la gente hizo entrar una nueva perspectiva en la concepción del sentido de la vida. La imagen alrededor del fuego para calentarse o cocinar, o, simplemente para estar juntos ofrece un arquetipo espiritual sobre la tendencia humana comunitaria. Alrededor del fuego surgen vínculos, preguntas y exploraciones por el sentido. Es esta capacidad de relación mutua, ética y estética, de la humanidad la dimensión central de nuestro repertorio espiritual. Hace unos 35.000 años se encuentran muestras de una imaginación espiritual y artística con profundas intuiciones y conocimiento de la realidad.

El Palelítico (40.000-10.000 a. C.) parece haber ofrecido unas condiciones climáticas favorables que produjeron rica vegetación y abundancia de alimentos. Le acompañó una conciencia espiritual centrada en la gran diosa madre de la fertilidad. Se confirma como un culto elaborado y muy extendido.

Nuestros antepasados muestran en sus ritos funerarios la creencia en la existencia de otra forma de vida más allá de la muerte. Los estudios respecto a la historia espiritual de la humanidad apuntan que, arquetipos en esa búsqueda del corazón, vivían en total interdependencia con la naturaleza que les sobrecogía, asustaba o maravillaba. Se sentían en conexión con la energía de la naturaleza, el calor del sol, el brillo de la luna, la corriente del agua, la fertilidad de la tierra, la fuerza de la tormenta, la serenidad del atardecer dorado. Eran conscientes de la cercanía del poder divino y lo adoraban en ritos centrados en el sol, la luna, la fertilidad. Prevalecía la convicción de que la vida es una unidad en la que todo está interrelacionado. Este antiguo sentido de la armonía parece encontrarse en esta intuición de que existe una interconexión íntima espiritual entre el espíritu que nos habita y el que habita el cosmos. En lo profundo de la psique humana está el poder del espíritu que busca expresarse y comprometerse.

El concepto de la tierra como la gran madre nutricia era un concepto dominante en la conciencia espiritual de la humanidad hasta el año 3000 a. C. Desde entonces en adelante (nos referimos fundamentalmente a Europa y Oriente próximo), los valores de control y conquista, lema predominantemente patriarcal, prevalecieron de forma inamovible hasta nuestro tiempo.7

Y para validar esa ética incuestionable, el patriarcado proyectó, de forma progresiva y común a muchas culturas, la imagen de una suprema deidad masculina que sirvió de referencia al conquistador de la tierra.8 Dios se conceptualizó como el supremo padre patriarcal con quien podemos relacionarnos y cuya relación nos justifica y nos convierte en superiores, el paso siguiente, dado por la voluntad de poder, es el de dominar a otros. Poco tiempo después esta visión de un dios protector/conquistador dará lugar a formalizar sistemas religiosos.9

Es la espiritualidad, y no la religión, la fuente primordial de búsqueda de sentido que ofrece rutas coherentes para experimentar integración y trascendencia. Queda muy insinuado el lado oscuro de las religiones, en estos tiempos de fundamentalismos nos da hasta grima... pero hay un lado luminoso, me atrevería a decir que en toda confesión aún sin conocerlas todas a fondo, para quienes se reconocen en ella, que consiste en algo así como un lenguaje común alentador, una simbólica cargada de belleza, un manto de solidaridad que cubre espacios de comprensión y apoyo mutuo tejido por la fe de los demás (compañeros, hermanos) que te alienta cuando falta la propia.

Sin embargo, de forma generalizada, hoy parece que vivimos en este primer mundo una dislocación social y cultural que tiene como raíz la alineación del espíritu. Hemos perdido mucho contacto con el espíritu que nos habita y con la energía espiritual que nos envuelve. Muchos factores han podido contribuir: el progresivo control sobre la naturaleza, el alejamiento y la explotación de la misma, el consumo voraz, el predominio de la razón en unas épocas, el de la tecnología, en otras, la insipidez y utilización de las religiones...

Necesitamos reconectarnos, en la tradición que sea, en compañía de quienes hambrean esto mismo aún sin reconocer a ningún dios, con el vientre cósmico que engendra, sostiene y alimenta; con la energía innatamente espiritual. Por unas causas y otras, hemos ido abandonando la corriente espiritual que nos ha sustentado durante milenios. Se trataría de ser capaces también de conectar con la energía que nos habita y nos rodea, de conectar con esa fuente primordial de una manera prelógica y honda.

El feminismo, creo, constituye una vía de acceso a este intento de rescate de lo espiritual, ofrece un modo de respuesta a este, llamémoslo así, “instinto espiritual”.

FEMINISMO Y ESPIRITUALIDAD
En el relato que aparece en la Biblia, al principio del libro del Génesis, leemos que dos mujeres parteras, cuyos nombres aparecen entre una cadena de vidas y muertes anónimas, Sifrá y Puá, desobedecen las órdenes del faraón de impedir la supervivencia de los niños nacidos en los partos. Ellas no tienen ningún medio a su alcance, sólo el arma de la palabra y el engaño. El faraón tiene el poder-tiranía, las mujeres, tanto ellas, como la hebrea que después pondrá un bebé en una cesta y lo echará al río, tienen el poder-sabiduría. El poder-tiranía se mantiene sobre la base de la sumisión y es la trasgresión la grieta que, según este relato (que aquí tomamos como ejemplo y fuera de su contexto de intereses patriótico-religiosos), quiebra este poder.

Sírvanos este gesto trasgresor en que se jugaron la vida –sin llegar a perderla - como pasadizo mágico y atemporal que comunica con el feminismo.

El feminismo, ampliamente entendido, es uno de los movimientos más creativos y volátiles de nuestro tiempo. Un movimiento que ha creado conciencia colectiva. Que, por su comprensión integradora y su potencial de interrelacionalidad, se reencuentra con la raíz espiritual de la humanidad.

El feminismo en acción, movimientos de mujeres como éste, ponen el dedo en la llaga de violencias asestadas, derechos infringidos, lagunas legales y/o ausencia de implementación de acuerdos internacionales, falta de estrategias... además, conocen, diríamos, bálsamos, masajes y métodos alternativos que curan otras heridas y sanean para que la vida de las mujeres y del planeta, casa de todos, sean protegidas, beneficiadas y hasta veneradas.

El feminismo, e insisto, no hablo aquí sólo de una corriente de pensamiento sino de una corriente de personajes vinculados entre sí que piensan, desde luego, y sienten y actúan y dialogan. Se caracterizan por su visión no dualista de la realidad (en el tema que nos ocupa dualismos como: acción-contemplación, masculino-femenino, sagrado-profano, cielo-tierra, cuerpo-alma...) y por una mirada sobre la historia y la cultura que estrecha el corazón y la imaginación más allá e los constructos mentales y los paradigmas culturales del modelo patriarcal predominante en los últimos 10.000 años. Más allá de la asfixia que producen a veces las ortodoxias religiosas en que el aliento del espíritu creativo parece sofocado por las normas y prohibiciones, las mujeres con espíritu feminista van descubriendo los elementos opresores de las tradiciones y también los liberadores y van alimentando ese instinto espiritual.10

“Si quieres conseguir que viva una árbol
proyecta a su alrededor ese espacio interior
que en ti reside”11

En el feminismo encontramos cualidades fundacionales que han de estar presentes, entre otras seguramente, en una espiritualidad capaz de generar esperanza y sentido hoy. Vamos a referirnos en concreto a cuatro: Otra capacidad de relación y organización; autonomía del deseo; resistencia creativa y solidaridad a partir del empoderamiento.

Otra capacidad de relación y organización
El patriarcado se caracteriza por su manía de ordenar jerárquicamente las relaciones domésticas, políticas, socio-económicas. Asume que las relaciones funcionan bien de arriba abajo, cada estrato inferior debe sumisión a su inmediato superior y así sucesivamente. Cada cual tiene su lugar y es definida en función de ese lugar. Así, las mujeres siempre ocupan lugares inferiores respecto a los varones y son hijas de, esposas de, esclavas de...
Las feministas dan otro nombre y otro orden a la realidad toda (lo personal es político) y plantean que la esencia natural de la vida, la historia y la cultura es la interdependencia y relación mutua, no necesariamente jerarquizada. Esto constituye un modelo completamente diferente al jerárquico-patriarcal, igualitario, participativo y comunal. La savia espiritual de la historia de la humanidad entronca con esto. Este modelo relacional es una de las reivindicaciones más profundas y subversivas de la espiritualidad feminista (si a estas alturas de charla me dejáis llamar así) porque plantea una reordenación imaginaria, conceptual (filosófica y teológica) y también, claro, doméstica, sociológica, económica, global.

El miedo a la anarquía que produce esta nueva ordenacion y los mecanismos de defensa que despliegan las organizaciones e instituciones patriarcales ha de estimular a los movimientos de mujeres (como éste) a demostrar que otro orden de cosas es posible. (Los proyectos de microcréditos confiados mayoritariamente a mujeres en países, sobre todo asiáticos, del mal llamado tercer mundo demuestran otra forma de funcionar. Las pequeñas se convierten en banqueras, subvierten el orden... Estos proyectos son un éxito y han acabado convenciendo hasta el Banco Mundial de su eficacia).

La autonomía del deseo
La idea de la eliminación de la pasión y los deseos ha sido desarrollada en algunas tradiciones religiosas, como la budista. En otras, la visión dominante propone no la supresión del deseo pero sí su reorientación, su purificación.
La tradición cristiana ha optado a lo largo de la historia por una línea de control de las emociones y deseos. La teología cristiana, apoyándose en racionalismos de cuño clásico, ha marcado un estilo cerebral y analítico. En distintos momentos de la historia del cristianismo hombre y, sobre todo mujeres místicas han sido recriminadas, reprimidas y eliminadas por expresar su insatisfacción dentro de la tradición, su deseo -que la mística medieval Hadewijch de Amberes define como “la virtud que nos hace libres”- y su ruptura de la imagen de la divinidad y de las normas de los “expertos”. Al movimiento de las beguinas, mujeres místicas independientes, se les reprocha ser celosas de su libertad, vivir fuera del control de la iglesia, elegir libremente a sus maestras... Hasta que a partir del siglo XVI no se hablará de beguinas ya. Le sucederán, en el imaginario naciente, las brujas.12

La idea acuñada en las religiones de la persona orante que se convierte en receptáculo vacío, en que Dios vierte la gracia y el espíritu, el concepto de vaciarse una misma, el mal entendido mensaje evangélico de negarse a una misma... son producto de la cultura patriarcal que pretende domesticar y controlar.

Esto ha producido para miles de mujeres, millones13, un impacto destructivo, ha socavado su orgullo, su dignidad, su creatividad, su libertad, su pasión... todo lo que, precisamente, la corriente feminista estimula.

Las religiones formales han querido controlar la energía primordial espiritual del deseo. El feminismo reivindica la autonomía de los seres humanos, especialmente de las mujeres a quienes se les ha negado su protagonismo y su derecho a decidir según sus deseos más íntimos.

Durante cientos de años, incluso antes del periodo glaciar, la danza ha sido el lenguaje primordial de la espiritualidad. Muchas mujeres han recuperado esta dimensión espiritual a través de la danza, la gramática del cuerpo. El movimiento feminista, que retoma el derecho, disfrute y adueñamiento del placer, del lenguaje corporal, del erotismo y la sexualidad, conecta inconscientemente con esta expresión del instinto espiritual y su simbolismo. Y muy en relación con este espacio espiritual que llena la danza, la capacidad (“sentiente”) para percibir el dolor, la vulnerabilidad, la explotación de la tierra y de sus habitantes.

El occidente satisfecho, hedonista, narcisista, el norte autodestructivo del planeta está creando un modus apático, insensible, impermeable, indiferente. Toda corriente capaz de despertar el deseo cuya esencia es, por un lado, la insatisfacción y el dolor, y, por otro, el goce y el amor, es una corriente espiritual que urge desencadenar y que se da la mano con los movimientos feministas, entre otros.

Resistencia creativa
La ley de la perpetuación de las instituciones poderosas, el mantenimiento de su sistema de dominio contribuye a que se sigan beneficiando los intereses de una minoría frente a la alienación de la mayoría. La llamada a una resistencia creativa es la sublevación de las mayorías sometidas para transformar la realidad a partir de estrategias imaginativas14 tales como: la concientización, la protesta activa, la desobediencia (como estrategia) y la formación de comunidades alternativas.

El feminismo y los movimientos de mujeres creen y trabajan en procesos educativos de concientización para producir cambios de percepciones, comprensiones y actitudes en la mentalidad dominante androcéntrica y patriarcal (que existe en muchas de las mismas mujeres).

La protesta activa y divertida forma parte del modo de acción de los colectivos feministas de base en que la voz de las mujeres se alza en forma de grito, protesta, desacuerdo, disensión, con la firmeza de quienes creen en otros valores e ideales y con el poderío que imprime el que les vaya la vida en ello, sabedoras de que su “grito” quiebra lo “políticamente correcto” las mujeres no se cansan de gritar y de hacer gestos simbólicos provocadores y transgresores que llaman la atención de los poderosos.

Todo el mundo ha llegado a reverenciar a las madres (abuelas ya) de la plaza de mayo, que en su día fueron un escupitajo a la cara del sistema represor y que no han dejado de comparecer jueves tras jueves frente al edificio rosado.

La desobediencia es un valor espiritual muy temido por el patriarcado que lo combate invariablemente y ha desencadenado el mecanismo de la culpa. La capacidad de desobedecer es una manifestación madura de la conciencia y surge del convencimiento de que la verdad emana del diálogo (también con una misma) y el consenso y no de la imposición de una fuerza desigual. Del caudal espiritual de la disensión, la desobediencia y la objeción de conciencia han nacido casi todos los actos de justicia y libertad.

Las mujeres son proclives a explorar y generar espacios de relación en diversidad, espacios alternativos que amenazan el status quo, particularmente en lo político y lo eclesial. Hace años que el feminismo practica el “walk the talk” (que dicen en inglés), haz lo que predicas. La formación de pequeñas comunidades alternativas provoca un miedo inconsciente en quienes detentan el sistema, que saben que una grieta así puede acabar resquebrajándolo todo y acaba por desquiciarles.15

Solidaridad a partir del empoderamiento
El feminismo plantea un modo absolutamente distinto de ejercer el poder, la famosa noción del empoderamiento. Esta concepción desbanca la idea de que el poder (la sabiduría) procede de quienes gobiernan los núcleos financieros y tecnológicos, son sus saberes gestores, sin embargo, la solidaridad que promueve el movimiento feminista (entre y con otros) es la que construye el proceso de empoderamiento a partir de la experiencia de las personas que sufren la marginación o la explotación, del tipo que sea, deja que sus historias de sometimiento y vejación, de lucha y esperanza pongan de manifiesto, por sí mismas, los abusos y la violencia intrínseca al sistema y las contradicciones de su falso mecanismo de “solidaridad”. Entonces se produce una inquietud y un desasosiego en la conciencia que hace claro que las cosas no pueden seguir así y tienen que cambiar. Se requerirá después un tiempo para hablar y hablar y hablar hasta llegar a la acción, unas veces como resistencia pasiva, otras, en confrontación activa, pero siempre un proceso participativo que intentará la resolución de conflictos, aunque vayan sólo surgiendo soluciones provisionales en el mientras tanto.16

Este proceso de empoderamiento plantea un esquema muy diferente al esquema de salvación tradicional que ofrecen las religiones. Las compañeras nos muestran lo que podemos llegar a ser, el secreto es la búsqueda dentro de nosotras mismas.

“Los héroes nos han traído causas y cruzadas, banderas y batallas, soldados y bombas, como nuestros liberadores y líderes, papas y presidentes, obispos y sacerdotes, maestros, mentores y gurús, los héroes nos han traído esperanzas vanas, cortinas de humo y de todo menos salvación. Y esto, estoy persuadido, es porque tendemos a buscar en todas partes excepto en nosotros mismos y la solidaridad entre nosotros.”17

Siempre necesitaremos héroes y heroínas, personas que brillen con especial luz propia, pero también y de modo imprescindible urge que encontremos a la heroína que hay en nosotras mismas y que estrechemos la mano y todas las estrategias posibles entre nosotras y nosotros.

Los movimientos populares de mujeres hablan de este secreto de empoderamiento y solidaridad:

“Llevada por el poder de la gente sencilla comencé a entender que el crecimiento hondo y el empoderamiento provienen de la aceptación del ilimitado potencial del ser humano. Una puede aceptar su pequeñez pero estar íntegramente conectada a todo lo demás. La ola es pequeña si se mira aislada pero enorme si se sabe parte de lo infinito es capaz de convertirse en océano.”18

PREGUNTAS SIN CONTESTAR
Hemos venido a Galiza, este rincón del planeta, movidas por “a vontad firme que temos as mulleres para cambiar o mundo”, así dice la carta de invitación a estas jornadas de Marcha Mundial de las Mujeres ¿qué sustenta esta voluntad? ¿no surge de una necesidad espiritual? ¿Conseguir derechos denegados, paz, justicia, equilibrio ecológico no requiere además de cambios en las políticas públicas relación con el sentido del yo, cualidad en las relaciones y los procesos, respuesta en comunión con la naturaleza?19

Las religiones han sido históricamente fuente de consuelo para pueblos de todas las culturas y civilizaciones (lo siguen siendo en muchos casos), también han sido instrumento de manipulación y sometimiento. A nosotras no nos convence, creo, una esperanza en el más allá ni una vida ascética que atraviese sin tocar las realidades dolorosas, ni una conciencia de ser pueblo elegido por algún dios para triunfar sobre otros pueblos (con sus otros dioses). Pero necesitamos “proyectar a nuestro alrededor el espacio interior que reside en nosotras”, como dice el poeta y las tradiciones religiosas ofrecen símbolos, ritos, blandas cadenas centenarias de fe, cobertura humana, espacio de diálogo afectivo e intelectual. Me parece que no es tiempo de abandonar nuestras tradiciones, ya opciones, ¿no será mujeres cristianas, musulmanas, budistas, shintoistas, animistas, agnósticas, ateas, new age... feministas todas, que podemos encontrar la corriente subterránea común en nutre nuestra voluntad de cambiar el mundo?

No es fácil la empresa, no es fácil aguantar los retrocesos de las luchas y movilizaciones, las tiradas de toalla de algunas compañeras y organizaciones, no es fácil ver que se acrecientan las diferencias abismales entre poderosos y empobrecidos, que aumentan las muertes por violencia de género, que el terrorismo fundamentalista asesina y amenaza con dimensiones internacionales nunca vistas... Es difícil mantener la atención, el despliegue de energías, la pasión y la imaginación en ello, ¿pero no son acaso las perspectivas espirituales más amplias que las políticas? ¿no viene a decir el “instinto espiritual” que vayamos más allá y veamos más allá de lo que nos muestre cualquier proyecto o proceso político concreto, que alimentemos la inspiración para no dejar que nos derroten los fracasos?
Y, mientras tanto, el camino de la resistencia, la desobediencia y la trasgresión y el empoderamiento no está, de hecho, ensanchando ese espacio interior que proyectamos los humanos desde dentro y que permanece siempre abierto aunque nunca del todo explorado? ¿Por qué o nombrarlo, zambullirnos y bucear en ello?

Notas.-
[1] Parafraseo una definición de espiritualidad de Letty M. Russell. Citada por d. O’ Murchu en Reclaiming Spir

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